BIOGRafía y críticas

Ángel Gutiérrez Fanlo

 

Ángel Gutiérrez Fanlo nació en 1936 en Quinzano, en la provincia de Huesca, Aragón.

Cursó los estudios de Bachillerato y Magisterio en  Huesca,  siendo por breve tiempo maestro nacional en Zaragoza, profesión que dejó para realizar en Madrid, de 1957 a 1962, sus estudios artísticos de pintura y grabado en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando, así como otros libres en las clases del Círculo de Bellas Artes madrileño.

Título de Profesor de Dibujo en 1962.

Amplió estudios artísticos, entre ellos los de Restauración de Cuadros, en la Escuela Superior de Bellas Artes de Barcelona e igualmente en el Real Círculo Artístico y Círculo Sant Lluc de aquella ciudad.

Tras ejercer la enseñanza del dibujo en centros estatales de Madrid y Barcelona, es Catedrático de Dibujo de Enseñanza Media por oposición desde julio de 1965, ocupando el cargo en Ponferrada, León, donde estudia el Bierzo leonés, y posteriormente en Pamplona, desde 1969.

Plenamente dedicado a la enseñanza, concurre no obstante asiduamente a exposiciones de carácter nacional o provincial (algunas internacionales), celebrando igualmente otras individuales.

Entre otros de índole provincial, está en posesión del Premio Extraordinario Pedro Zuera, de la Sexta Fiesta de la Poesía organizada por la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Zaragoza, Aragón y Rioja y la Emisora Radio Huesca (Huesca, junio 1969). Es Mención Honorífica en el V Certamen Nacional de Pintura (Luarca, 1974).

Figura obra suya en el Museo del Alto Aragón de Arte Contemporáneo (Huesca) e igualmente está representado en el fondo artístico del Museo de Logroño.

A principios de los 80 organiza tertulias culturales y viajes por Navarra con artistas colegas en el ámbito de la enseñanza o prestigiosos pintores independientes, entre los que se encuentran artistas como Josefina Álvarez (su esposa), Ascuence, Lasterra, Borobio, el propio Gutiérrez, Ciriza, Orlla o Iturgaiz. Esta serie de colaboraciones culmina con la fundación en 1994 de la Asociación de artistas de Navarra, GARDENA, de la que fue el primer presidente. En ella participan, además de los ya citados, pintores como Martín Caro, Eslava, Alfredo Sada, Laita o Araujo, entre otros.

Su obra está presente en el Museo de Arte Moderno del Alto Aragón (Huesca) y en el Museo de Logroño.

Ángel Gutiérez Fanlo falleció en noviembre de 1995.

Cuadro de texto: CRÍTICAS

 

SEMBLANZA DE ÁNGEL GUTIÉRREZ FANLO

 

 

Conocí a Ángel en la Escuela de Bellas Artes de Madrid, cursando primer año de carrera, hace ya muchísimos años. Era entonces un mocetón alto, amable, siempre dispuesto a ayudar, que tenía como orgullo ser baturro, de Huesca (doy fe de que siempre tuvo las virtudes del buen aragonés: nobleza, coherencia y firmes convicciones). Así que inmediatamente surgió una buena amistad, facilitada por coincidencias de procedencia: yo también venía de Aragón (Barbastro), también había cursado en Huesca Magisterio, como él, y los dos estábamos empeñados en cursar Bellas Artes. ¡Quién me iba a decir que años después volveríamos a encontrarnos en Pamplona! Ambos implicados en la enseñanza del Dibujo como catedráticos de instituto de la ciudad. Así pude conocer a Josefina Álvarez, su esposa, también catedrática de Dibujo y gran pintora, entusiasta del colorido optimista.

 

Fue una suerte compartir con ellos nuestra vocación artística. Por aquel entonces formaba él parte de un grupo de pintores navarros con los que constituyó una asociación a la que me invitó a pertenecer. Acepté gustoso y asistí con ellos a muchísimas actividades, charlas, conferencias, visitas a estudios de pintores, homenajes, exposiciones, etc.

 

Pero Ángel, excelente pintor, de sólido dibujo y colores sobrios y austeros, siempre fue antes que nada un concienzudo profesor. Su entrega docente era para él cuestión primordial de ética profesional que no se limitaba solo a enseñar y enseñar bien, sino también a educar. Solo así se explican los magníficos resultados conseguidos en la formación de sus alumnos de los institutos de la Plaza de la Cruz, a dúo con Josefina.

 

El pintor y el profesor alternaban en su actividad vital, aunque ser profesor creo que era para él su tarea primordial, que frenaba un poco sus ansias artísticas (nos ha ocurrido a muchos).

 

Si además añadimos la dura labor de sacar adelante a sus cinco hijos, parece milagroso que haya podido pintar tanto y con tal calidad.

 

Su sentido religioso, consustancial a su vida, era para él más importante aún que ser de Huesca, que ser profesor y que ser artista.

 

De hecho, toda su actividad era coherente con la de un buen cristiano, como Dios manda. En ese contexto se movía y te invitaba a caminar en esa dirección. Hablábamos a menudo de cuestiones de fe, de arte, de educación y soñábamos con una sociedad más justa y en paz.

 

En fin, fue una triste sorpresa su rápida y fatal enfermedad. Yo, ya jubilado, hoy le echo mucho de menos. Ahora es cuando hubiéramos podido producir juntos arte sin límites de otras obligaciones, pero… así es la vida.

 

No obstante, ahí están sus magníficas pinturas que dan fe de su categoría artística y humana.

 

Estoy seguro de que Ángel, desde aquel lugar donde residen los auténticos, verá esta exposición homenaje con aquella noble sonrisa abierta de baturro pertinaz y afable.

 

Laurentino Belloso

Catedrático, artista, pintor y miembro de GARDENA

LORENZO FERRER SOBRE ÁNGEL GUTIÉRREZ

 

 

Al ser invitado a aportar mi testimonio sobre nuestro querido Ángel, con motivo de su exposición póstuma (antológica) en esta ciudad de Pamplona, no he podido evitar que el pensamiento se me fuera invariablemente a los tiempos en que me encontré con él.

 

Precisamente este año se cumplen cincuenta. Fue en el estudio del escultor de Huesca Ángel Vallés donde coincidimos por primera vez.

 

Era el verano de 1952. Ángel, estudiante de Magisterio, ya se estaba preparando para  Bellas Artes. El dibujo lo practicábamos intensamente: lápiz, pastel, carbón, siempre al natural, con bodegones montados por el maestro. Libros, cobres, cerámica, escayolas, etc… todo iba saliendo de ese encantador centro, que ya en esas fechas cobijaba a espléndidos profesionales, hoy muy renombrados.

 

Con Ángel pasamos tres inolvidables años. Ya el primer cuadro, Bodegón de frutas fue resuelto con la delicadeza y meticulosidad que caracteriza su pintura. Desde ese primer día hay un aspecto que personalmente me cautivó: la tranquilidad, esa sensación de no prisa, con un método sistemática, como si no quisiera perderse detalles de lo que tenía delante, para mejor reflejarlo en la tela. El resultado lo tenemos delante: nunca varió su manera ni estilo, en consonancia con su carácter. Una primera impresión de rigor lineal, de severidad tonal, que conforme la vas tratando deja paso a la serenidad, sosiega y paz que transmitía en sus relaciones personales.

 

El espectador, cuando salga de la muestra, sintonizará, estoy seguro, con todos estos aspectos. Su obra deja huella en la retina y en el espíritu, estimula al contemplarla.

 

La relación finaliza en esas fechas, pero la obra de Ángel no termina en sus lienzos, como tuve ocasión de comprobar cuando, posteriormente, el destino me levó a Pamplona y coincidí con él en las tertulias que promovía. Su labor trasciende del caballete y de las aulas, y extiende su entusiasmo por el arte en el ámbito social. Mi relación entonces se amplía y engrandece. Alrededor y al calor de su persona, se gesta la creación de un grupo de amantes del arte que, desde entonces, no deja de trabajar en equipo, en actividades pictóricas sobre todo, y colaborar siempre que se le requería en otros eventos análogos.

 

Por desgracia, los mejores ya no estáis, pero por vuestra obra GARDENA nunca os olvidará. Yo personalmente tampoco, sobre todo a ti, Ángel, por lo mucho y bueno que aprendí a tu lado.

 

Lorenzo Ferrer Benimeli

Miembro de GARDENA

Cuadro de texto: EXPOSICIÓN HOMENAJE A ÁNGEL GUTIÉRREZ FANLO — Octubre Noviembre 2002

PINTURAS DE ÁNGEL GUTIÉRREZ FANLO

 

             El paso del campo a la ciudad, la transmutación de la economía agraria en economía de la sociedad de consumo, es el fenómeno más importante de nuestro tiempo en el aspecto social. Lo es también en el orden humano, en el del hombre considerado individualmente, que ha de desenvolverse en un ambiente totalmente distinto y no sólo distinto, sino inesperado.

             El artista es quien, ante este fenómeno, vibra de modo especial y el que da testimonio de este cambio de modo fehaciente. Y unos, antes de adaptarse a una escala de valores nueva que habría que crear, rompen con el orden preexistente e intentan destruirlo, sin dejar títere con cabeza. Al destruir todo lo anterior y aniquilar el pasado, se encuentran sin pasado y sin presente y, por tanto, con un futuro menos que incierto. Otros se aferran al pasado como si no hubiera ocurrido nada, ignorando lo que está palpable en derredor y vivimos todos de modo ostensible.

             Nuestra hora es hora de responsabilidad ya que es necesario afirmar aquello que hubiera sido negado injustamente, descubrir lo esencial, que es el cimiento para toda situación del hombre, independientemente del clima social o económico en el que se halla inmerso. El hombre estará siempre por encima de aquello que le rodea, pues tiene una vida superior que trasciende todas las cosas. Es más, las cosas son hechas trascendentes por el hombre.

             Estas reflexiones son las que comienzan por sugerir las pinturas de Ángel Gutiérrez Fanlo. Pinturas que tienen ese  atributo fundamental que es la sencillez, sencillez compatible, cómo no, con la riqueza. Ángel hace suyo aquello que es de todos y para siempre: los valores formales que ha de tener toda pintura, independientes de estilos  de etiquetas; y entre las cosas fundamentales está la unidad. Unidad hecha a golpes de sobriedad. Todos los excesos  son malos y aquí todo lo que hay es bueno, es decir, no hay excesos de nada. Se huye, pues, de lo anecdótico para buscar lo fundamental, aunque lo fundamental venga, valga la paradoja, a través de la anécdota. La anécdota –si la hay– sirve para llevarnos de la mano hacia el origen de las cosas, pues lo más importante de las cosas es que tienen origen. De dónde surgen, no lo sabemos, pero los cuadros de Gutiérrez Fanlo nos hacen atisbarlo.

             Todo lo que pinta, a fuer de maduro, obliga a reflexionar desde fuera de las cosas hacia su centro. ¿Adónde llegaremos si seguimos a una espiral de fuera a dentro? Llegaremos sin duda, a un punto y ese punto puede ser un mundo fascinante, algo lleno en lo que no habíamos soñado antes. Y este es el mundo de que están cuajadas aquellas miradas a los cuadros de Ángel Gutiérrez Fanlo; miradas distraídas al principio, pero pronto conducidas hacia esa maravilla que todas las cosas contienen y que no se ve a primera vista. Es el artista, y solo el artista, quien nos permite adentrarnos en este algo de las cosas que no encontramos cuando las miramos por nosotros mismos, pero que son palpables a través de sus cuadros. ¡Cuánto hay de fundamental en la espiga! ¡Cuánto en estas paredes rústicas! ¡Cuánto en el rebaño de ovejas! Y qué alegría  sentimos al ver estas cosas, a poco que queramos, como entes metafísicos con los cuales nos identificamos plenamente. Pues al fin y al cabo es lisonjero vivir a bien con las cosas. Y las cosas destruirlas. Sería ésta una manera aberrante de situarnos ante ellas. Por el contrario hemos de desear su conservación por el valor que contienen; es decir, ¡tenemos que amarlas! Amar a las cosas más sencillas, es el camino para amar a las cosas más complicadas.

             Y Gutiérrez Fanlo nos da lecciones del cómo y del porqué.  

             Y uno se siente como con una capacidad nueva, como si hubiera aprendido una lección importante. Como si tu familia hubiera aumentado con la hermana espiga, con el hermano burro, con la hermana pared de la casa. Y hasta los billetes de banco, en tanto el arte nos demuestre que han sido bien adquiridos y serán bien empleados.

             El arte específico de la sociedad de consumo habrá que crearlo poco a poco, a base de no perder el amor a las cosas y habrá que hacerlas todas amables, y también las de esta nueva sociedad. Ello quiere decir que habrá que distinguir en el vivir de hoy y seleccionar las espigas de trigo y separarlas de la cizaña. Pero no podemos olvidar lo que es el trigo para saber identificar con él cuanto de bueno hay en el mundo de hoy. ¿Cómo no identificarnos con esa piedra de carbón lista para calentar? ¿Es que el fuego ha perdido importancia?

             El arte de Ángel Gutiérrez Fanlo tiene valores permanentes y es apto para presentarnos ante las cosas sin perjuicios, descubriéndonoslas, haciéndolas vibrar con el espíritu que llevan dentro.

             El espectador aprende a no hacer tabla rasa de todo, sino a identificar los objetos con la individualidad de cada uno. A conocerlos por sí mismos, en su disponibilidad específica. Si en el mundo moderno se llega a confundir a los hombres con números ¿qué no decir de lo que no es humano? Cada persona tiene, sin embargo, su nombre y su apellido, es uno mismo y no otro. Otro tanto podríamos decir de las cosas. Y cada vaso de plástico es único y es éste, éste del cuadro de Gutiérrez Fanlo, al que nosotros conocemos, el que nosotros amamos, es el vaso de plástico del que nos sentimos hermanos.

Pamplona, 13 de Marzo de 1974

JUNCES

30 Noviembre 1995

Heraldo de Huesca

 

UN ARTISTA CULTIVADO Y SENSITIVO

 

 

Ángel Gutiérrez, pintor

 

 

La pequeña historia del arte a la que pretende colaborar esta página semanal dando cumplida información de lo que acontece en la ciudad en materia de exposiciones ha de hacer un alto, de vez en cuando, para atender aspectos puntuales del arte altoaragonés. La de hoy quiere ser una reflexión sobre los artistas que dedican su tiempo a la pintura, la escultura y el resto de las artes sin pretender nada más que algo tan complicado como el ejercicio de la pintura o las demás artes. Que no han puesto su mira en la consecución de la fama y el reconocimiento de los otros, sino en la simple ejecución de su oficio y en la preparación de quienes quieren acceder a la utilización del lenguaje de la plástica.

 

Fernando Alvira Banzo

 

 

Las definiciones resultan difíciles siempre. Pero existen campos del conocimiento en los que lo unívoco de la materia tratada hacen el trabajo de definir algo más simple. No es el caso de la pintura. Ante un espacio en blanco, las posibilidades de encontrar definiciones se multiplican por el número de quienes las realizan, y por la capacidad de invención que cada uno de ellos posea. Las soluciones aportadas por los pintores al espacio del cuadro son, en principio, válidas sin limitaciones de ninguna clase.

 

La crítica, por oficio, debe nombrar no sólo los resultados de los artistas cuando son expuestos al público, ni sólo la bondad de los procesos que han de conducirles a los mencionados resultados. Es también su obligación etiquetar de algún modo a los pintores tanto si trabajan individualmente como si lo hacen de un modo colectivo. Dentro de los grupos de los realizadores plásticos, existe uno –seguramente el más numeroso- que resulta especialmente olvidado. Es el de aquellos que no aparecen por sistema en los circuitos de las exposiciones de diverso alcance, ni en los libros enormes que reúnen la totalidad de los importantes en el campo de las artes. El grupo está compuesto por los que simplemente dedican su esfuerzo a la práctica de la pintura, de la escultura o del resto de las artes y lo hacen desde la morada en la que se encuentran.

 

En este grupo, creo, ha de ser colocado y etiquetado uno de los pintores oscenses del siglo XX que nos ha dejado recientemente. Ángel Gutiérrez Fanlo, fallecido hace unos días, a una edad que actualmente puede ser considerada como no excesiva, ha trabajado a lo largo de su vida tanto en la práctica como en la enseñanza del dibujo y la pintura. No pasará, posiblemente, a los grandes epítomes de pintura ni a las ediciones que compendien el arte español del siglo XX. Su trabajo podrá parecer de escasa importancia, vista la resonancia que otros contemporáneos han tenido en los medios de comunicación y en las diversas ediciones, pero, en mi opinión, resulta tan fundamental como el de algunos que han provocado caudales de informaciones y de opiniones en revistas especializadas y en medios considerados de divulgación.

 

La biografía de Ángel Gutiérrez Fanlo se inicia en Quinzano en un año ciertamente significativo, 1936. Las posibilidades que ofrecía la capital de nuestra provincia no era excesiva. Aquí se podía ser maestro y a ello se dedicó unos años Ángel Gutiérrez Fanlo. Su expediente, el número 2.180 de los mestros, incluido en el tomo 200 de los de la Escuela de Magisterio, nos advierte que se inició en los estudios de maestro el 18 de septiembre de 1951 para cesar o terminar en la Escuela del 28 de junio de 1954. Como la mayoría de los expedientes, contiene certificados de haber satisfecho las correspondientes matrículas; de haber cursado los correspondientes estudios y alguna de las pruebas finales de la carrera cuyo contenido resulta ciertamente peculiar. Alguna foto de evidente adolescencia y poco más, adobado todo ello de nombres que suponen recuerdos de interés para los más mayores.

Siguió a su titulación en Magisterio el ingreso en los estudios de la Escuela de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, que concluía en 1962 para ejercer, con posterioridad la cátedra de dibujo en un Instituto de Segunda Enseñanza de Barcelona y seguir su dedicación docente en Pamplona.

 

Quiero rescatar, para comentar la pintura de Gutiérrez Fanlo, la primera crítica a la que tuve acceso, en Argensola del año 1963. En ese momento, uno de los preocupados por la cultura y gran olvidado de sus conciudadanos, Félix Ferrer, escribía de la exposición de Gutiérrez Fanlo que estaba compuesta por treinta cuadros entre retratos, paisajes y composiciones de figura. Indicaba a los posibles visitantes que el artista se movía dentro de la plástica figurativa. Parte, decía Ferrer, de la realidad pura para aprehender, en toda su fuerza, la palpitación de su mundo pictórico. No dibuja con masas de color. Su construcción sólida revela un afán por no dejar nada a la improvisación. Pese a su juventud, Gutiérrez Fanlo es un pintor cultivado, sensitivo, vivo. A juzgar por la obra que muestra, el artista se debate con el color, con la forma, que no subordina en ningún momento y que da paso a una inspiración feliz.

Su verdadero cauce expresivo está en los retratos y composiciones de figura. Expone una obra verdaderamente maestra. “Retrato de una monja Carmelita”. Pintura muy equilibrada en la composición. Hay en el rostro de esta monja timidez y dulzura. La sobriedad de color y técnica nos recuerda la pintura de Vázquez Díaz. En la misma línea hay tres maravillosos retratos. Huye de lo esquemático y se refugia en sus estructuras externas para alcanzar una liberación de síntesis. Elabora la obra con sumo cuidado, es decir, la elabora y crea como un buen artesano. En algunos paisajes vemos un expresionismo poético…

 

No cabe duda de que, a lo largo de su producción, Ángel Gutiérrez Fanlo hizo que la crítica de Ferrer, en Argensola, resultase casi profética. Tampoco cabe duda de que se hace preciso más tiempo para la realización de una crítica de lo que Ángel Gutiérrez ha realizado a lo largo de su trayectoria, pero es cierto que en algunos de los términos empleados por el olvidado crítico de Nueva España serán retomados por quien se ocupe de rescatar el trabajo del pintor oscense. Como su huida de lo esquemático y la sobriedad cromática y técnica. Como la elaboración cuidadosa de cuanto Gutiérrez Fanlo realizó en pintura o la equilibrada composición que el pintor oscense conseguía en la totalidad de sus realizaciones.

 

Capítulo aparte merecería, sin duda, su dedicación a la enseñanza de la Expresión Plástica. Cómo con su vida ha conseguido influir en un sinfín de actuales realizadores plástico, de diseñadores, de ingenieros o arquitectos. Pero ese capítulo queda para el innombrable elenco de los que se han dedicado a realizar un trabajo honesto sin esperar recompensa siendo, y en esto estoy e acuerdo con Ferrer, un pintor cultivado, sensitivo y vivo.

Diario de Navarra - Miércoles 30 de Octubre de 2002

 

HOMENAJE: Muestra póstuma de pintura

 

 

La primera exposición de Ángel Gutiérrez Fanlo

 

El Departamento de Educación acoge 28 obras sobre el pintor, catedrático y fundador del grupo Gardena, que falleció hace siete años.

 

 

Texto: Ion Stegmeier. Fotos: catálogo de la exposición.

 

Hace siete años que murió el pintor y catedrático de dibujo Ángel Gutiérrez Fanlo. Su pérdida fue traumática para su familia y los compañeros de profesión, ya que se produjo en tan solo dos meses. Su mujer, Josefina Álvarez Soriano, también es pintora, y ha expuesto su obra bastantes veces. Fue ella quien pensó que era de justicia que se conociese en Pamplona la obra de su marido. “Ángel era un apersona a la que no le interesaba mucho brillar, quería que brilláramos los de alrededor, pero él era muy humilde”, comenta Álvarez, que admite que su marido era conocido como profesor y promotor cultural, pero no como pintor.

 

De hecho, Ángel Gutiérrez Fanlo, fundador en 1994 y primer presidente de la asociación Gardena (Grupo de Artista de Navarra), participó en varias exposiciones colectivas pero de individuales, en Pamplona, ninguna. Y eso a pesar de que su obra está presente en pinacotecas como el Museo de Arte Moderno del Alto Aragón (Huesca) o el Museo de Logroño.

 

Josefina Álvarez habló con el director general de Educación del Gobierno de Navarra, Santiago Arellano, con quien el matrimonio tenía relación, y se instaló la exposición-homenaje en el sobreclaustro del Departamento de Educación. Ángel Gutiérrez Fanlo nació en Quinzano, (Huesca), el 23 de junio de 1936 y murió en Pamplona el 14 de noviembre de 1995.

 

En 1957 ingresó en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando, donde cursó estudios de pintura y grabado. También en Madrid acudió a las clases libres del Círculo de Bellas Artes. Allí conoció a su mujer, que es madrileña.

 

Catedrático por oposición desde julio de 1965, en 1969 llegó a Pamplona como catedrático al Instituto Femenino Prínicpe de Viana (hoy, Instituto de la Plaza de la Cruz), junto a Josefina Álvarez. Tuvieron cinco hijos.

 

La figura es el tema principal de su pintura. “El camino del arte es muy largo y quizás nunca llegue al final. Ya es bastante saber por dónde se va y hacia dónde se ha de ir”, solía decir Gutiérrez Fanlo.

En ese camino, el pintor oscense no desdeñaba estampas costumbristas, retratos, paisajes, composiciones –como la del payaso con perro y guitarra- y lo que Josefina Álvarez llama bodegones metafísicos, como uno que se titula “progreso” y que muestra la foto de un veloz coche en la pared y un pajarillo muerto en una mesa. Son cuadros con mucho espacio, pero que muestran pocos elementos. Recuerda un poco a Vázquez Díaz, su maestro en Madrid, que le influyó mucho, incluso a Zurbarán, como en el cuadro de la monja carmelita”, comenta su mujer.

 

Porque Ángel Gutérrez era un hombre de profunda religiosidad. “Era una persona trascendente, que buscaba valores permanentes. Una personalidad atípica”, comenta su mujer, que ve paz, intimismo y un mundo espiritual en estas obras (Los cuadros de Josefina no tienen nada que ver, ya que son una auténtica explosión de color y alegría).

 

En lo que dice otro pintor, Lorenzo Ferrer Benimeli, miembro de Gardena: “Su obra deja huella en la retina y en el espíritu, estimula al contemplarla”. O Laurentino Belloso, catedrático y pintor: “Su sentido religioso, consustancial a su vida, era para él más importante aún que ser de Huesca, que ser profesor y ser artista”.

 

Trabajaba en un estudio de la calle Mercaderes de Pamplona, pero no todo lo que quería, porque la enseñanza de quitaba bastante tiempo. Al ser catedrático de dibujo se entregaba planamente a la docencia, según comenta su mujer.

 

“Siempre decía que en esta vida teníamos que dejar huella”, afirma Josefina Álvarez.